Salud mental en infancia y adolescencia
En los últimos años los casos sobre problemas psicológicos en la infancia y la adolescencia han aumentado considerablemente, siendo los trastornos emocionales y las dificultades durante el aprendizaje los más frecuentes, según el Ministerio de Sanidad español. Unos datos que la Organización Mundial de la Salud amplía con el incremento de casos observados en el ámbito del neurodesarrollo, tales como el Trastorno del Espectro Autista y Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, entre otros.
Uno de los factores más influyentes en este aumento de casos es el mayor número de protocolos de prevención y detección de riesgos en servicios públicos. Sin embargo, parecen no ser suficientes. Todo esto se debe a que, como veremos a continuación, existe una tendencia a obviar la diversidad de dificultades que se pueden presentar en infancia y adolescencia, así como la multitud de formas de expresarlas.
A pesar de los datos planteados, existe un factor preventivo principal en la salud mental de los menores: el apoyo de su entorno más cercano. Así, se ha identificado a la familia y el entorno como uno de los principales focos de detección de dificultades psicológicas o de riesgo a padecerlas. Por ello, el planteamiento desde casa de la salud mental del menor es el elemento principal para fomentar su bienestar.
¿Qué está ocurriendo con la detección de problemas psicológicos en la infancia y adolescencia?
Actualmente existen dificultades en familiares o personas de referencia para su detección psicológica en la infancia y la adolescencia. En gran medida, se deben a causas comunes.
Durante la infancia, de manera generalizada, hay un desconocimiento y falta de información sobre la adquisición de hitos para el desarrollo del menor. Existen determinados signos observables y conductas en el menor que podrían servir como señal de alarma en el desarrollo. En el desarrollo evolutivo, se espera que el menor tenga o haya eliminado determinadas conductas o signos en un intervalo de edad concreto. Así, se observan dificultades por parte del entorno en identificar cuándo deberían aparecer o desaparecer signos en el desarrollo del lenguaje y habilidades comunicativas, motricidad, control de esfínteres, autonomía, primeros aprendizajes escolares, etcétera.
Además, durante la infancia resulta esencial entender cómo aprenden los menores, así como los factores que influyen en el aprendizaje. Durante esta etapa, se producen determinadas estrategias de gestión y expresión emocional, comienza el desarrollo de su autoestima y autoconcepto, se adquieren ciertas habilidades sociales, estrategias para la resolución de problemas y adaptación en el entorno, etcétera. Estos aprendizajes podrían estar influidos por factores principalmente ambientales, como el contexto familiar o figuras de referencia y en el entorno escolar.
En cuanto a la adolescencia, como se comentó en el post del blog anterior, es una etapa esencial en el desarrollo evolutivo. Esta etapa se caracteriza por un proceso de adaptación y cambios, lo que la convierte en un momento crítico durante el cual se adquieren nuevos aprendizajes e interacciones con el entorno, emergiendo a su vez diversos factores de riesgo.
Debido a la gran complejidad de la adolescencia, en ocasiones resulta complicado para la familia y entorno distinguir entre señales de alarma o signos de malestar psicológico y aquellas conductas resultado de dicho proceso de cambio y autoconocimiento.
En definitiva, en etapas vitales como la infancia y la adolescencia, se observa una dificultad en el acceso a la información que le permita al familiar o persona de referencia distinguir entre problemáticas propias del momento evolutivo del menor y aquellas conductas o dificultades que pueden llegar a ser clínicamente relevantes o que requieran de atención psicológica. Esto en ocasiones impide una prevención adecuada, llegando a soluciones tardías.
A este inconveniente se suma la existencia de manuales diagnósticos o literatura de referencia centrada principalmente en la población adulta. Esto dificulta la detección de problemas psicológicos en menores debido a que en muchas ocasiones la expresión de dificultades en la infancia y adolescencia difiere en gran medida de la expresión en la adultez. Por ejemplo, ante síntomas depresivos en adultos, comúnmente se reconoce una falta de motivación, agotamiento o pérdida del placer en actividades placenteras. Sin embargo, durante la adolescencia, estos síntomas depresivos pueden expresarse con una mayor irritabilidad, ira o conductas desadaptativas socialmente.
Más allá de un diagnóstico: Principales dificultades observables en infancia y adolescencia
Resulta relevante tener en cuenta los principales problemas psicológicos o diagnósticos en la infancia y adolescencia expuestos anteriormente, como trastornos emocionales, trastornos del neurodesarrollo, etcétera.
Sin embargo, debido a la diversidad en la expresión de estos problemas entre los menores, desde la psicológica es esencial atender de manera individualizada a dificultades específicas que presentan los menores en el día a día.
Por tanto, la atención psicológica se dirige a ofrecer recursos y estrategias adaptativas ante dificultades que podrían ser en mayor medida observables por el entorno, con el objetivo de favorecer el bienestar del menor con independencia de la existencia o no de un diagnóstico concreto.
En los trastornos del Neurodesarrollo, podemos encontrar diferentes dificultades que pueden llegar a ser funcionales en el entorno del menor, pasando a menudo desapercibidas. Así, pueden producirse desde intereses muy restringidos hasta problemas en el área social con otros menores, dificultades académicas y de aprendizaje (en atención, de lenguaje), problemas de conducta (rabietas, comportamientos muy rígidos y dificultad en el cumplimiento de normas).
En cuanto a las dificultades en la gestión emocional y problemas emocionales, estos pueden ser traducidos en forma de problemas de conducta, pero también en conductas de evitación de situaciones o contextos, conductas autolesivas o consumo de sustancias, entre otras.
Respecto a la autoestima, la visión que tienen los menores de sí mismos, independientemente de que muestren o no otras dificultades, marca en gran medida su desarrollo. Esta puede verse influida por diferentes factores de riesgo en la infancia y adolescencia (aprendizajes tempranos, acoso escolar) y puede reflejarse con dificultades en las relaciones sociales, en la capacidad de resolución de problemas, relación con el propio cuerpo, etcétera. El prevenir o fomentar una autoestima saludable favorece la adquisición de estrategias y recursos adecuados tanto en este periodo vital como en la vida adulta.
¿Cuándo es conveniente acudir a terapia?
Todo lo expuesto anteriormente podría considerarse como aproximaciones a posibles dificultades en infancia y adolescencia. No obstante, desde el ámbito de la salud mental, la identificación del entorno de una posible situación de riesgo o vulnerabilidad del menor o expresión de malestar psicológico por parte de este, es considerado un motivo para acudir a consulta.
El apoyo y acompañamiento al menor comienza con adquirir una mayor información, que permita la prevención temprana de dificultades y una mejor coordinación con otros dispositivos sanitarios o entornos cercanos del menor.
Rocío Carrasco López, psicóloga general sanitaria.
Caridad Ruiz, directora del centro y psicóloga general sanitaria.