Se estima que entre un 25 y un 30 por ciento de las personas que padecen sida desconocen su situación, lo que implica un retraso en el inicio de su tratamiento, la reducción de sus probabilidades de supervivencia y la posibilidad de contagiar a otras personas al mantener prácticas sexuales de riesgo. Ante la incertidumbre ¿cómo puedo saber si tengo VIH?, diversas asociaciones como Fundación Triángulo, Iemakaie, Adeat y los hospitales Cruz Roja y Reina Sofía ofrecen sus servicios de forma gratuita preservando el anonimato. En concreto, Adeat ofrece un asesoramiento realizado por expertos/as en VIH y en counselling antes, durante y después del resultado, e incluso derivación y acompañamiento a Centros de Salud en el caso de un resultado positivo, siempre bajo demanda de la persona.
A pesar del gran avance médico desarrollado a lo largo de los años, queda un largo camino para erradicar los prejuicios generados por la desinformación de la sociedad y avanzar acertadamente en la sensibilización hacia esta enfermedad. Aunque con el VIH se pueda vivir una vida plena aplicando los cuidados médicos necesarios, el malestar que genera el virus no solo se remite al campo de la medicina, alcanza significativamente al área de la psicología. Esto se debe al perjuicio ocasionado por comentarios dañinos de la sociedad, que provocan el rechazo hacia este colectivo, afectando a su salud mental: baja autoestima, depresión, sentimientos de inseguridad emocional, aumento de la sensibilidad ante rechazos posteriores … De ahí la necesidad de profundizar en el conocimiento de esta ITS, sobre la que planean grandes mitos que hay que desterrar, pues solo bajo los cuidados y atenciones médicas, e incluso psicológicas oportunos, mejorará la calidad de vida del enfermo.
Y es que una de las confusiones más habituales es la de usar la palabra Sida como sinónimo de VIH. El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida hace referencia a las etapas más avanzadas de la infección por VIH. Por otro lado, este último infecta a las células del sistema inmunitario (S.I.) y las destruye trastornando su funcionamiento, lo que conlleva el deterioro progresivo de ese sistema y termina produciendo una deficiencia inmunitaria. Hablamos de inmunodeficiencia cuando el S.I. ya no puede cumplir su función de combatir las infecciones y otras enfermedades.
Por lo tanto, el VIH se transmite de una a otra persona siempre en un escenario concreto. Se encuentra presente en la sangre, los fluidos corporales (semen y secreciones vaginales) y en la leche materna. En cuanto a infección por la saliva es un mito bastante recurrente, en ella la carga viral es tan insuficiente que no existe un riesgo real de transmisión. Hay que tener presente que tanto el VIH como otras ITS pueden contagiarse mediante sexo oral por la presencia de heridas perceptibles o no en la boca. De ahí la importancia del uso del preservativo u otros métodos de barrera.
Es inquietante el mito que señala a las mujeres como exentas de contraer el VIH, cuando en la realidad se está elevando el número de contagio, siendo tan vulnerables como los hombres en la exposición de los riesgos anteriormente citados. A comienzo de la década de los noventa, las mujeres infectadas por el VIH evitaban el embarazo o eran persuadidas para interrumpirlo, ya que se intuía un pronóstico desfavorable para ellas y para su futuro hijo. En la actualidad, merced a los avances en investigación médica, la prevalencia de transmisión madre-hijo es del cero por ciento. Como establece el Ministerio de sanidad, consumo y bienestar social de España en la Guía práctica sobre embarazo e infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), se debe realizar un diagnóstico del VIH con carácter de obligatoriedad a toda mujer embarazada durante el primer trimestre. En caso de que pudiera presentar prácticas de riesgo, esta prueba se repetiría en el segundo y tercer trimestre. Esto permite administrar el tratamiento necesario para disminuir el riesgo de transmisión madre-hijo. Para ello se puede realizar cesárea y/o proporcionar al bebé una medicación.
A pesar de que el VIH aún no tiene cura, recientemente en medios de comunicación se ha publicado que en Estados Unidos han logrado curar a una mujer que estaba bajo tratamiento por leucemia cuando recibió un trasplante de células madre de un donante que tenía una resistencia natural al virus. A pesar de ello, los expertos advierten que el método de trasplante empleado se encuentra en fase de prueba y es por ello, por lo que se continúa investigando acerca de este gran acontecimiento. No obstante, hoy día se sigue tratando de un virus crónico, aunque dispone de tratamiento. En caso de ser detectado a tiempo su carga viral puede llegar a ser casi cero, siendo este intransmisible. Entre los medicamentos predominan los antirretrovirales, que suprimen la carga viral provocando el aumento de los glóbulos blancos CD4. Existen además dos tratamientos preventivos: el PrEP, usado antes de la exposición, por lo que inmuniza el cuerpo para la entrada de VIH y, por otro lado, el tratamiento mediante Profilaxis Post-Exposición. Este es un tratamiento posterior a la transmisión del VIH que se debe tomar como máximo 72 horas después, logrando así que el virus no alcance al torrente sanguíneo. En caso de rotura del condón, agresión sexual u otras posibles exposiciones al VIH se puede acudir, dentro de las primeras 72 horas, a emergencias del hospital más cercano que proporcione dicho medicamento.
Miriam Moyano, psicóloga en prácticas. Cari Ruiz, psicóloga y sexóloga.